Mi delantal, mis monólogos culinarios. |
Cuando me fui a vivir a Burdeos, Francia, en el 2006, tenía 18 años y aterricé ya con contrato de arrendamiento y roommates. Desempacando con Enrique, amigo de años y la primera de una serie de personas (no-miembros de mi familia) con quien viví, me enseñó unos sus libritos de cocina probablemente de una editorial pariente de uno de los periódicos como La Prensa Gráfica o El Diario de Hoy. Uno se llamaba “Cocina Fácil” y el otro “Cocina para Uno”. Siempre me quedó grabado este concepto de cocinar para uno mismo, aunque no lo poníamos en práctica: Enrique cocinaba, yo lavaba los platos. Aparte, su estilo culinario a veces era acompañado por la estrategia de meter a todos los ingredientes en una olla y ver qué sale. De eso salía arroz con pollo, casamiento, una especie de sopa, etc… Pero ya cuando dejamos de ir al súper juntos, a mí me tocaba cocinar para mí, sola.
DIY Brunch |
Me interesó la cocina por cómo me llama la atención alguna combinación de sabores, y responder a los antojos que tengo, y de allí mis monólogos culinarios... Pero nunca se hubieran desarrollado tanto si no fuera porque cocinaba para varias personas. En esos días en que no iba a ser sólo yo, sí cocinaba, y salían ideas y las depuraba al momento de repetirlas. Los días en iba a ser sólo yo empleaba técnicas menos refinadas como jalar un yogurt de la refri y echarle cereal o hacer un arroz con vegetales para el almuerzo que pueda recalentar en la cena, desde la comodidad de mi último apartamento en el 36 Cours de la Marne. Ahora, aquí en San Salvador, no son sólo desayunos y brunches y a veces no son sólo para una persona, pero allí voy, experimentando y consintiendo mis antojos, aprovechando si tengo el tiempo de hacer masa de pizza from scratch y apurándome e improvisando si llego a la casa a las 9 y tengo hambre.
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